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Soy presidente y me niego a celebrar juntas

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74 Comentarios
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18/12/2005 21:51
Ya hemos dicho en repetidas ocasiones que los que hayan tenido esa suerte, pues enhorabuena. Tal y como está mi situación actualmente, el mejor regalo, la mejor lotería en esta época del año, para mi, sería tener la suerte de que nos viniera una de esas personas administrador o administradora eficaz, con don de gentes, sociable, economizador, amable..., y sobre todo de fiar, en el que pudieras delegar, sin temor, todos los temas comunitarios.
Tampoco hay que dar mucha importancia a las críticas si no es para mejorar e intentar día a día dignificar tu profesión, la que sea.
Ya he dicho en más de una ocasión que no tengo nada en contra de los administradores, sino solamente de aquellos que no actúan de forma legal.
18/12/2005 22:55
Para la victíma de la LOGSE querula cicada:

Transcribo el Art. 16.1 de la LPH:

La Junta de propietarios se reunirá por lo menos una vez al año para aprobar los presupuestos y cuentas y en las demás ocasiones que lo considere conveniente el presidente
o lo pidan la cuarta parte de los propietarios,
o un número de éstos que representen al menos el 25 por 100 de las cuotas de participación.

¡Ay, querula cicada!, me temo que Ud. pretende quitar el puesto a un Ministro.
18/12/2005 23:32
JorgeF, repasando veo que Ud ha puesto:
"Mucha gente aquí debería estudiar más y hablar menos, empezando incluso por la guardería, lo que suecede que aún así sólo veo solución si volveisen a nacer y me quedan dudas...., por suerte por lo que he leído en otros temas uno de los protagonistas del dúo es abuelo y es de esperar que por su edad pronto nos dejará de desinformar, que pena! "

Desear que se muera alguien es una vileza.

Usted se comporta como un INDESEABLE.

Apartir de ahora con Ud la dammatio memoriae.
19/12/2005 12:19
¿QUÉ ES UNA DAMNATIO MEMORIAE?



Damnatio memoriae es una expresión latina que, literalmente, significa “condena de la memoria”, más específicamente, “condena judicial”. La utilizamos para referirnos a una práctica frecuente en el mundo antiguo, y no sólo en la civilización romana de la que tomamos el término acuñado. De hecho, la damnatio memoriae es una práctica habitual incluso hoy día. ¿Por qué se hacía y se sigue haciendo?



Para empezar, vamos a concretar qué entendemos por una damnatio memoriae típica. Consistía en que, a la muerte de una persona, considerada enemiga del estado por la autoridad, se decretaba la condena de su recuerdo, mediante una serie de medidas que podían ser, por ejemplo, las siguientes: retirada o destrucción de sus imágenes; borrado de su nombre de las inscripciones en que figurara; condena explícita de su nombre familiar mediante la prohibición de usarlo a otros miembros de la familia;...[1] También podía haber sanciones económicas.



Veamos cómo sería una damnatio real. Imaginemos a un emperador romano. Durante su periodo de gobierno los habitantes del imperio lo homenajearían con multitud de manifestaciones artísticas: las estatuas son un ejemplo perfecto. Esas estatuas se erigían sobre un pedestal en el que se esculpían textos, formando inscripciones referentes al emperador, sus méritos políticos (se llama cursus honorum a la sucesión de cargos públicos ocupados por una persona), a la admiración y “devoción” que le profesan los dedicantes de la estatua (o de cualquier otra obra artística). La estatua, con su pedestal, se colocaba en un lugar público: un foro o plaza, un teatro, un templo, donde fuera visible para la mayoría de la población de la ciudad, o para los visitantes, de forma que los méritos del emperador quedaban bien patentes para todos: si se sabía leer, bien, y si no, bastaba con el espectáculo de la estatua.



Supongamos ahora que este emperador tuviera una muerte violenta (lo cual no fue raro) y una sucesión discutida; y que sus sucesores no lo apreciaran, precisamente. De tal forma que un buen modo de que el nuevo emperador consiguiera prestigio, apoyos, consolidar su posición, en fin, podía ser eliminar cualquier vestigio de su predecesor. O sea, que el nuevo poder (el emperador o el senado) ordenaría destruir todas las estatuas de su antecesor, y también todas las inscripciones que recordaran sus logros.



19/12/2005 12:22
ALGUNAS DAMNATIONES MEMORIAE



Probablemente las primeras damnationes memoriae tuvieron lugar en Egipto. Quede claro que cualquier destrucción no es una damnatio memoriae: debe ser clara la condena por parte de la autoridad, la intención de destruir todos los vestigios,...



Autores como Frankfort y Wilson coinciden en señalar que la mentalidad del pueblo egipcio en época faraónica estaba muy marcada por el respeto a los ancestros, y por ende también los faraones mantenían esa actitud hacia sus antecesores en el poder. En esa concepción encajaría mal realizar una damnatio Sin embargo tenemos el caso del faraón Amenhotep IV, el iniciador de la “revolución amarniense”. Hacia el año 1360 a.C. el faraón rompe relaciones con el poderoso clero de Amón, el dios principal de la capital egipcia del momento, Tebas. Se proclama profeta de Atón, un nuevo dios universalista, único por tanto, al que se identifica con el disco solar. A Atón se le adora a cielo abierto en la nueva capital, que toma del dios su nombre (Aketatón, hoy Tell el-Amarna); también el faraón (y sus familiares y funcionarios más cercanos) toma un nuevo nombre, inspirado en el del dios: Akenatón.



La implantación de esta nueva religión de tipo revelado supuso la postergación de la antigua. El culto del dios Amón fue abolido oficialmente, sus imágenes destruidas y las inscripciones que lo nombraban, borradas: vemos que se cumplen los requisitos de una damnatio típica.



No obstante, la efectividad de estas medidas no fue la esperada. El pueblo, incluso el que se trasladó a la nueva capital al calor de la riqueza creada por la corte, siguió practicando sus anteriores cultos, de los que se han hallado restos. A la muerte de Akenatón el estado se sumió en una crisis, durante la cual se sucedieron otros dos faraones. El segundo de ellos, Tutankhamón, a pesar de que mantuvo una devoción personal a Atón hasta su temprana muerte, devolvió a Amón su posición preeminente: el clero recobró sus bienes y prerrogativas, alcanzando de nuevo esta oligarquía el poder. Sin embargo, el recuperado politeísmo no persiguió el culto atoniano, que fue espontáneamente abandonado por sus devotos de nuevo cuño: no hubo damnatio a la inversa, al menos de inmediato.



Otro caso: Domiciano fue emperador de Roma entre el 81 y el 96 d.C. Al final de su gobierno ejerció el poder de forma despótica, y menudearon las conspiraciones en su contra. A resultas de una de ella fue asesinado, y el senado decretó la destrucción de sus imágenes y la condena de su memoria.



Suetonio nos detalla las medidas incluidas en esta damnatio memoriae:

“...los senadores se alegraron tanto, que llenaron atropelladamente la curia y no se abstuvieron de lanzar contra el difunto las más ultrajantes y crueles invectivas, ni de ordenar incluso traer escalas para arrancar a la vista de todos sus clípeos y sus estatuas y estrellarlas allí mismo contra el suelo, decretando, por último, que se borraran sus inscripciones en todos los lugares del Imperio y se destruyera por completo su memoria”[2] .

También sabemos que se eliminó su nombre de la legión I Flavia Minerva Pia Fidelis Domitiana, por él fundada. Igualmente se destruyeron obras menores, como el retrato suyo en sardónice hallado en una bañera del santuario acuático de Turiaso (Tarazona), en la ribera del río Queiles, sobre el cual se esculpió un retrato de Augusto[3].



Una muestra gráfica de la damnatio decretada contra Domiciano es la siguiente pieza[4], un pedestal del surtidor de una fuente con la inscripción aqua nova/domitiana/augusta que conmemora la realización de un segundo acueducto en Córdoba: la segunda línea, con el nombre de Domiciano, fue borrada.











La decisión de destruir la memoria del gobernante muerto se tomó en el furor que sigue a la desaparición del mismo, y esa decisión la toman precisamente los que habían sido más perjudicados por la acción del emperador: los senadores, sistemáticamente depurados por su participación, real o imaginada, en las conjuras asesinas de las que hemos hablado.



Las damnationes en Roma no afectaban sólo a emperadores. Tácito nos cuenta[5] cómo un magistrado, Cneo Calpurnio Pisón, hecho responsable de la muerte de Germánico, sobrino del emperador Tiberio, se suicidó, tras lo cual fue propuesto por un cónsul borrar su nombre de los documentos oficiales, confiscar sus bienes y privar a sus hijos de su nombre. Finalmente esta damnatio resultó más suave de lo previsto. Otros casos fueron más salvajes, y así por ejemplo el cuerpo del emperador Heliogábalo (218-222 d.C.) fue arrojado al Tíber después de que se condenara su memoria.


19/12/2005 12:23

Si nos colocamos en la actualidad podremos encontrar con facilidad ejemplos de destrucción del recuerdo. Un caso común en España es el generalizado aunque no siempre sistemático cambio de los nombres de calles vinculados a la dictadura franquista, en distintas fechas tras la transición política.



Me limito a citar varios ejemplos que me son cercanos: la actual plaza de la Constitución de Málaga se llamó plaza de José Antonio (Primo de Rivera) hasta bien entrada la mencionada transición. Por el contrario en el pueblo de Aledo (Murcia) la calle que conduce al castillo y la iglesia mayor mantiene el nombre de Avenida de José Antonio.



También en Málaga el hoy Instituto de Enseñanza Secundaria La Rosaleda sigue siendo conocido por las personas de más edad como “escuela de Franco”. De igual modo la barriada de Girón sigue recordando en su nombre popular al ministro José Antonio Girón de Velasco, falangista y bunqueriano, al que se debe su construcción.



En Jerez de la Frontera una de las avenidas principales se llama aún de Miguel Primo de Rivera; en este caso prevalece la conservación del nombre del paisano sobre la supuesta corrección política que hubiera eliminado a este otro dictador del callejero.



A la localidad natal de Franco ya no se le coloca la coletilla que recibió durante su dictadura: El Ferrol del Caudillo ahora es sólo Ferrol. Sin embargo pueblos nacidos a partir de colonizaciones de época franquista conservan los nombres entonces impuestos: es el caso de Villafranco del Guadalhorce, en la vega de ese río. En las cercanías de Jerez de la Frontera tenemos un Guadalcacín del Caudillo del que puedo suponer un origen asimilable.



En resumen, en España no encontramos una damnatio típica, ya que no ha habido una labor sistemática de destrucción de las referencias al régimen anterior. De hecho la labor realizada ha sido muy arbitraria, oscilando entre el cambio de lo que podía ser un nombre de recuerdo infamante y la conservación de otros, arguyendo razones sentimentales o incluso de continuidad histórica.



INTERPRETACIONES DE LAS DAMNATIONES MEMORIAE



¿Por qué se hacían las damnatio memoriae? Es terriblemente significativa, a mi entender, esa intención de borrar el pasado, de renunciar a una parte de sí mismo. Recordemos que la expresión quiere decir, literalmente, condena judicial, esto es, oficial. Es decir, que un estado condenaba parte de su propio pasado, mediante la condena al gobernante anterior.



Por un lado, observamos un total desprecio por la conservación de los monumentos. Una hermosa obra se destruía sin vacilación si exaltaba al gobernante condenado. David Lowenthal trata ese tema del conservacionismo, y señala que antes del siglo XVIII no había ningún escrúpulo en destruir obras antiguas porque no se tenía conciencia de esa separación radical entre pasado y presente, entre lo antiguo y lo actual. Lo que se conservaba del pasado se conservaba porque era bello, simplemente.



Volviendo a las preguntas iniciales, tenemos que ser escépticos ante la eficacia de las damnationes: de haberlo sido, no tendríamos noticia de ellas. Paradójicamente, de una damnatio eficaz no deberíamos saber nada, ya que al borrar el recuerdo del individuo condenado se borra también el recuerdo de la condena en sí.



En general, pues, las damnationes no cumplieron totalmente su objetivo, aunque hay que considerar que no es lo mismo lo que nosotros, desde el siglo XXI, podemos saber del pasado romano (un poner), que los romanos de un par de generaciones después de los hechos.



Y sin embargo siguieron produciéndose damnationes. Las causas de ello podrían reducirse a dos. Por un lado, estaría la consideración de que de lo que no se habla no existe: esto entroncaría con ciertos aspectos de la magia simpática[6], y con la valoración que se da al hecho de nombrar las cosas por su nombre. Si yo nombro algo, de alguna forma lo poseo y puedo operar sobre ello, y así sacerdotes egipcios accedían a sus dioses conociendo su nombre secreto. Nombrando al enemigo en los textos de defenestración los antiguos egipcios intentaban librarse de cualquier mal que estos les pudieran traer. La acción de borrar las inscripciones iría en este sentido.



Por otro lado, más evidente, eliminar el nombre de un adversario (aunque este sea un hombre ya muerto, aunque hay otras posibilidades) es una demostración de prepotencia del poder establecido (que recordemos que es el que dictamina la damnatio): se trata tanto de poder borrar del pasado hechos que resulten bochornosos o molestos al poder, para evitar posibles reclamaciones por las actuaciones pasadas; como de eliminar el recuerdo del adversario, quedando así el poder actual como único dueño del pasado colectivo, como su único protagonista. En este sentido, hemos visto que destruir las imágenes es un medio de destruir el recuerdo.
19/12/2005 12:34
Mensaje eliminado por incumplir las normas de participación en los foros de PorticoLegal.com.
19/12/2005 13:11
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19/12/2005 13:20
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No soy JorgeF. Lo dicho. Contestan al tuntun.
19/12/2005 13:21
Augustus, los romanos, gente práctica, erigía las estatuas de los emperadores con la cabeza intercambiable. Y la splacas estaban adosadas a las basas.

Con lo que se facilitaba la adaptación a los nuevos tiempos.

En Toledo, hasta no hace muchos años, el sistema de nombres de las calles era muy sencillo. La calle tenía un nombre "de siempre" y una placa añadida ponía "dedicada a ....".
19/12/2005 13:25
Y felicito a los lectores de "EL MANIFIESTO"
20/12/2005 20:22
Asombroso:
Un total de 11 mensajes de 72 eliminados por el Administrador.

De ellos 7 a un interveniente, 2 a otro y 2 a otros dos.

Ósea, el 15%, y de ellos el 65% al mismo.

Algo pasa.
20/12/2005 20:47
Me parece muy bien que se eliminen los mensajes que no cumplan las normas. Pero al haber eliminado los mensajes, por ejemplo de Jorge, tras haber sido expuestos en el foro, las respuestas mías que iban en función de ellos se han quedado sin sentido y parece que hablo sola.
20/12/2005 20:52
ya puestos a censurar, que los elimine tambien
20/12/2005 20:56
¿Te parecen censurables? Crispin