Quisiera compartir con vosotr@s estas pocas palabras de Aquilino Polaino (doctor psiquiatra y catedrático de Psicología en la Universidad Complutense de Madrid) en su ponencia sobre el divorcio y sus consecuencias: “Quieren rehacer su vida y no se dan cuenta de que deshacen la de sus hijos... El divorcio se cuela entre las rendijas de la vida, es raro quien no conozca casos terribles de familias destrozadas... Está comprobado que los niños sufren más con el divorcio de sus padres que con la muerte de uno de ellos. Normalmente, el divorcio de los padres provoca en los hijos crisis de ansiedad, que en un adulto supondría por lo menos pedir una baja laboral, pérdida de la seguridad en sí mismos, lo que afecta a su proceso de maduración, o trastornos de personalidad, que son difíciles de curar con psicofármacos, y en ocasiones incluso no tienen cura. Por eso digo que el divorcio engendra más divorcio. Todo esto trae consecuencias para los niños, como un bajísimo rendimiento escolar, un trastorno comparable en un adulto a la pérdida de su trabajo, para que se puedan hacer una idea”. La razón del por qué resulta más traumático para un hijo el divorcio de sus padres que la muerte de uno ellos (tesis expuesta también por Jerome Shapirio, en su libro "The measure of man", 1993) resulta tan evidente que parece mentira que la dejemos pasar a nuestro lado sin tenerla en cuenta: porque en caso de fallecimiento de uno de los progenitores el otro hablará bien de él, mostrará a los hijos los buenos recuerdos y la cara más hermosa del desaparecido; en cambio, en los casos de divorcio, uno de los progenitores (generalmente el “guardador”) hablará mal del otro (generalmente el “visitador”), mostrándole su cara peor, exaltando los malos momentos y “borrando” los recuerdos gratos, como si fuera un monstruo y no la persona de la que un día se enamoró, a la que decidió unirse hasta que la muerte los separara (salvo matrimonios acordados con límite temporal, admisibles legalmente en países de tradición sajona) y en definitiva la que eligió para que fuera el padre/la madre de sus hijos, quien los cuidara y amara en su ausencia, quien los educara y con quien compartieran su infancia y desarrollo hasta su independencia.
Un saludo,
No quisiera ser atrevido. En primer lugar gracias tambien por compartir estas reflexiones, pero yo te contestaria "Y que?".
Es que crees que el matrimonio, a ojos externos perfecto garantiza el estado psicologico de la pareja y de sus descendientes, no es peor estar angustiado viendo que en cualquier momento esta estabilidad ficticia, me refiero a las parejas que aguantan como sea, puede venirse abajo. Parafraseandote, es como aquel que esta pendiente cada dia de si le despiden o no.
No es mas cruel, no engrendra mas stress, mas odio contenido, mas ganas de abandonar la cuna materna para no estar presionado?. No hay un mundo perfecto, ni un esquema perfecto. El efecto de la perdida de un ser querido pasa siempre, sea padre separado o no, una vez ya no esta los que quedan se arrepienten de actitudes que ahora ya son irreversibes, pero esto es otro tema.
No hay garantia de que si uno no se divorcia, no afecte a sus hijos, navega un poco y encontraras estudios que niegan tus reflexiones, pero ya he dicho que no quiero parecer atrevido y que la diversidad de opiniones enriquece, y que cada caso es cada caso, y que el juicio moral lo tienen que realizar los implicados, no los demas. Los demas debemos respetarlo.
Comparto las opiniones de Jose Luis y de Carlos aunque puestos a elegir me quedo con la visión del separación como remedio-solución de un problema familiar que como factor de desintegración de los hijos y de la familia. A veces el mantenimiento del matrimonio a toda costa es aún peor para los hijos que la sana y congruente decisión de separarse.
A elección de males, habrá que adoptar el que es menor. Es una cuestión de lógica.
Fraga se negaba en Galicia a regular las parejas de hecho porque a su juicio conllevaba el fracaso de la familia, al menos, de la familia entendida por meritado político. (católica, apostólica y romana). Ya me entendeís donde pueden ir a parar las posturas moralistas, como acertadamente esgrime Carlos en su exposición.
Un saludo.