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06/09/2006
Josep Miró i Ardèvol
¿Por qué está fracasando la Ley Integral contra la Violencia de
Género?
Pasado más de un año de su aprobación, las cifras de mujeres
asesinadas se acercan a batir un récord. ¿Qué falla?
El fracaso de la Ley es evidente. Una cosa es que sus efectos se
vayan notando a largo plazo y otra muy distinta el que tras más de un
año de su aplicación (la ley entró en vigor en enero de 2005) los
resultados del 2006 amenacen con un macabro récord. La cifra de
muertes a 6 de septiembre ya supera las acaecidas en 1999, 2001 y
2002. Y pueden superar el máximo de 72 homicidios del año 2004.
La ley fracasa porque está ante todo construida desde la ideología de
género y no desde la interpretación de la realidad. Es un monumento
al doctrinarismo cuyos efectos, además, resultan negativos no sólo
por su ineficacia sino porque ha judicializado penalmente las
relaciones en el seno de las parejas.
Perspectiva de género, una doctrina total
Vayamos por partes. La perspectiva del género, de ahí el título de la
ley, es una doctrina que se pretende total, como en el marxismo del
que en buena parte es deudora.
En esta interpretación, la sociedad tal y como está constituida,
fundamentada en el matrimonio y la familia, donde existe una cierta
división de roles, es intrínsicamente perversa porque está sujeta a
los dictados de una "clase" dominante: los varones; la familia es un
ámbito donde se educa de manera que facilita la violencia contra la
mujer.
La teoría que sustenta la fracasada ley es que la violencia contra la
mujer, los feminicidios, son consecuencia de la oposición del "macho
dominante" a la voluntad de independizarse de la mujer propio de la
sociedad moderna.
El hombre asentado en su papel pasado, educado por la familia y la
religión judeocristiana en el patriarcado, niega la autonomía de su
pareja y a partir de un determinado límite resuelve el conflicto
matándola. Naturalmente, como mala ideología que es, no existen datos
que avalen estas hipótesis. Más bien todo lo contrario.
Los fallos lógicos de la perspectiva de género aplicada a la violencia
Si la teoría fuera cierta, la violencia y, sobre todo, los asesinatos
se darían en mayor medida en las personas educadas en una cultura
preexistente más tradicional que en los jóvenes. Pero no es así, la
inmensa mayoría de homicidas tienen menos de 40 años, y el 20% menos
de 30. Tantos como los mayores de 50 años, el grupo en teoría más
peligroso por patriarcal.
Si la teoría fuera cierta, las personas con mentalidad tradicional
deberían cometer más homicidios que las "liberales" o "progres". Pero
no es así. Las personas unidas por el matrimonio religioso presentan
una menor prevalencia de homicidios que las unidas por el matrimonio
civil, y a su vez, éstas muchísimo menos que las que tienen vínculos
basados en la pareja de hecho.
En el periodo 1999-2005, para el que existen los datos más fiables,
la tasa de feminicidios por cada 100 mil matrimonios se mueve con
escasas variaciones entre el 0,26 y el 0,35. Resulta casi constante.
De manera que si el comportamiento global fuera el de este tipo el
número de feminicidios sería más bajo y prácticamente no habría
aumentado en relación a 1999.
Para las parejas de hecho la tasa por cada 100 mil uniones es mucho
más elevada y oscila entre el 2.92 y el 4.65. Esto significa de
promedio 10 veces más posibilidades de homicidio en una relación de
pareja de hecho.
Si las hipótesis de la perspectiva de género que avala la ley
resultaran ciertos, los países más liberales, con una larga tradición
de emancipación de la mujer, como los países nórdicos y anglosajones,
deberían presentar una incidencia mucho menor que los países de raíz
tradicional y católica, como Portugal, España, Italia, Grecia
(ortodoxa), incluso Irlanda. Pero no es así, sino todo lo contrario.
Suecia encabeza el ranking junto con Gran Bretaña y los Países del
Norte de Europa, mientras que la cola corresponde precisamente a los
países latinos y a Irlandia.
La idea de un presunto "macho violento" de pelo intensamente negro,
color cetrino y mirada cejijunta frente a un rosado sueco, de ojos
azules y actitudes liberales, es falsa: el nórdico estadísticamente
presenta una mayor tasa de feminicidios y, no sólo esto, sino también
de violaciones.
La ley falla porque no ve que la raíz del mal está en la ruptura
En realidad la ley fracasa porque no contempla para nada la causa
real de la violencia y los feminicidios: la ruptura.
Sólo existen tres factores que permiten una correlación significativa
con los feminicidios. Uno ya ha sido apuntado, las parejas de hecho;
el segundo es la inmigración desestructurada, sin familia (por tanto,
no la inmigración a secas) y el tercero son las situaciones de
ruptura.
Pero de hecho estas tres razones numéricas pueden reducirse a un
único factor explicativo, el ya dicho de la ruptura, porque las
relaciones de la inmigración desestructurada se traduce en parejas de
hecho y éstas presentan un grado de inestabilidad, de ruptura, por
consiguiente, muchísimo más elevado que el matrimonio.
De ahí también, colateralmente que el aumento del número de divorcios
tienda a presionar al alza el número de homicidios.
Pero la ley no quería contemplar para nada esto porque resulta
políticamente incorrecto señalar la ruptura como el factor de peligro
y porque lo importante era criminalizar un pretendido estatus, el del
hombre, y no el encontrar la causa real del por qué en unos casos
concretos la violencia estallaba mientras que en la mayoría no.
No se ha querido interrogar la causa de lo que es claramente una
patología y no una norma. Para la ideología de género es necesario
que la violencia contra la mujer sea inherente al sistema y el
feminicidio su corolario.
Progresista y feminista: "más mediación familiar y menos policías"
Esto es tan evidente que la juez decana de Barcelona Maria Sanahuja,
miembro de la Asociación Progresista de Jueces para la Democracia, y
feminista militante, haya afirmado en unas declaraciones a El País (3
de septiembre de 2006), que "la única alternativa a esta ley es poner
en marcha los mecanismos que permitan la mediación entre las parejas,
lo que supone una revisión en profundidad de la norma, ya que el
texto legal prohíbe de manera clara esta fórmula".
La juez apunta con precisión la raíz del problema: Evitar o atenuar
la ruptura mediante la conciliación. Esta sí es una buena vía, pero
hay que reparar en el detalle: la ideología sectaria de la ley lo
prohíbe.
La juez critica muchos más aspectos que deben ser tenidos en cuenta
porque inciden sobre puntos de la misma que han sido denunciados
desde otras perspectivas jurídicas. Una de ellas es el desequilibrio
que se produce de que ante un mismo hecho la pena sea distinta si el
sujeto que lo comete es hombre o mujer. Y la diferencia no es poca:
si es mujer determinados supuestos mínimos serán una falta, pero si
es un hombre podrán ser un delito con una pena incluso superior a dos
años, con lo que deberá ingresar en prisión.
La juez afirma "no sólo estamos provocando problemas con las órdenes
de protección a las mujeres, estamos también haciendo millares de
detenciones para nada. Con la reforma del código penal hemos
convertido en delincuentes a la inmensa mayoría de maridos y parejas,
como consecuencia de las tensiones que se producen en los momentos
más conflictivos de las separaciones y divorcios".
La juez decana pide "poner el Código Penal en el límite de lo
razonable para ser, de esta manera, proporcional a los hechos". Pero
no se queda aquí, sino que plantea "el suprimir los juzgados de
violencia de género y devolver al ámbito de la jurisdicción civil y
penal este tipo de conflictos, tal como estaba antes" Además,
considera, que "las órdenes de protección a las mujeres están
paralizando a la policía".
Pero en lo que más insiste es en la mediación familiar, que recuerda
que funciona hace más de 10 años en Europa y 25 en Estados Unidos con
índices de acuerdo que llegan a ser casi del 80%. Por esto
afirma: "cualquier solución que trate de resolver el problema de la
violencia sin mediación está abocada al fracaso". "Con esta ley hemos
creado en los juzgados y en la policía unos problemas que no
teníamos" y pide que se restablezca el sentido común en la redacción
y aplicación de las leyes.
Más claro imposible. Esta ley no sólo no protege a la mujer sino que
facilita situaciones de mayor violencia, desorganiza el sistema
judicial y policial y judicializa las relaciones entre las parejas.
Hombres y mujeres concretos son los perjudicados, una situación que
se acentúa por la insólita ley española del divorcio al establecer su
aplicación sin separación previa, sin ningún tipo de mediación y por
solicitud unilateral de uno de los cónyuges que acostumbra a ir
seguida de una denuncia en muchas ocasiones para curarse en salud.
El gobierno de Rodríguez Zapatero y su peligrosa ideología sobre el
hombre, la mujer y el matrimonio nos ha metido con sus leyes en un
peligroso embrollo.