Desde que nació la Ley contra la Violencia de Genero, más de 160.000 hombres han sido condenados por maltrato en el ámbito familiar el pasado año, de ellos solo el 2% han sido absueltos, pero todos y cada uno ellos ha padecido el peor calvario de su vida. Cuando se es maltratador y ello ha sido contrastado por diversas pruebas veraces, como denuncias anteriores, partes médicos, testigos, etc, etc, no cabe la menor duda que ese individuo debe ser castigado con todo el peso de la Ley, pero cuando por el solo mero hecho de ser mujer, ya tienes credibilidad suficiente para que tu marido o pareja pueda ser detenido, puesto a disposición judicial, ser condenado como presunto autor de uno o varios delitos de maltrato, que seguramente ni él conozca, eso si que es grave.
¿Cuántas mujeres se han aprovechado de la llamada “discriminación positiva” o “lo políticamente correcto”, para conseguir una separación rápida , sacando partido de ella para conseguir la custodia de sus hijos, el piso conyugal y hasta la ruina económica, profesional, física y mental de su ya -ex ?.
¿Cuántas mujeres han sido asesoradas por ABOGADAS de asociaciones feministas, “feminazis” o “femi-themistas”, que tanto pululan en nuestro país (pagadas de nuestros impuestos), ingresadas casi por obligación en las llamadas casas de acogida, para aparentar aun mas victicismo y con ello perseguir solo un propósito, la aniquilación del varón y sus derechos?.
En este punto, acaba de fulminarse el Art. 14 de nuestra Constitución, para dejar paso a la propia Inquisición.
Esto lo escribo, lamentablemente, desde la cumbre de la experiencia y detrás del muro de la vergüenza, bastó solo decir mi nombre y apellidos en el Centro de la Mujer, me colocaron la etiqueta de delincuente y a partir de ese instante empezaría la caza de brujas. Mi vía crucis abarcó también a nuestro hijo, que sin primar el “interés” superior de un niño, en este caso del nuestro de 5 años, fue el detonante para cortar la relación paterno-filial.
Mi delito fue no admitir que mi hijo fuese sustraído por la madre y llevado a otro país, mi delito fue simplemente proteger a mi hijo. No obstante, en mi caso, soy parte de ese sospechoso y afortunado 2% de hombres absueltos por malos tratos (Sentencia 90-Sección Segunda).
Es cierto que mueren en España, todos los años, decenas de mujeres de mano de sus parejas, como también es cierto que mueren hombres asesinados por sus parejas. Pero la solución no está en un proceso inquisicional, sino al contrario, está en una Ley de Igualdad de Género.
¿No sería más rentable, a las arcas del Estado, crear juzgados de familia especializados, centros psicosociales que atiendan a ambos sexos por igual o centros de mediación y reconciliación familiar?.
Pues bien, lamentablemente en nuestro país hay todavía mucho que aprender y mucho que respetar, empezando por el mutuo respeto hacia nuestra pareja, ya sea hombre o mujer, pero sobretodo y ante todo, crear leyes “democráticamente correctas”.