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Miradas peligrosas
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Miradas peligrosas
Siempre se ha dicho que ha habido miradas peligrosas, pero nunca hasta ahora han podido costar doce años de prisión como a nuestro amigo de Granada. Sí decimos bien, doce años de prisión, y veréis por qué.
Él, de Granada, estaba casado, como muchos de nosotros, y se divorció. Ahora, la madre de sus hijos, decidió ponerle una denuncia por maltrato psicológico sufrido durante toda su vida, tal como defiende el guión fundamentalista de género, siendo la única prueba de cargo un informe de un psicólogo, o quizás psico-loco.
En el juicio, su abogado, granadino también, previamente instruido en cuestiones de credibilidad del testimonio, le pregunta al psicólogo: ¿qué prueba científica había pasado para concluir que el padre maltrató a la madre?. Este muy riguroso él, le habló de entrevistas y demás, a lo que insistió el abogado (regla 1 - Insistir hasta el extenuación) sobre el carácter científico de las pruebas, hasta que concluyó que en realidad ninguna.
A continuación le preguntó, ¿cómo sabe que la madre no miente?. El valiente psicólogo se atrevió a decir que él con la mirada de la madre, sabía que no podía mentir. Entonces el bien entrenado abogado, le preguntó: ¿dónde ha aprendido usted esa técnica?, ¿en la facultad?, a lo que respondió que no. Le preguntó entonces, ¿en algún master?, y dijo que tampoco, y al final confesó que era una habilidad especial que él tenía. (Regla 2 - Sacar la confesión de la falta de carácter científico de sus pruebas).
El abogado, mientras el juez se divertía de lo lindo con el interrogatorio, continuó preguntando. Oiga usted, si yo le digo que mi coche es negro, ¿usted sabría si lo es o no por mis ojos?, a lo que el psicólogo, cabizbajo, respondió que no, dejando en evidencia la falta de validez y la poca solidez de sus poderes ocultos.
Finalmente el abogado pidió al juez, que si iba a condenar a su defendido, que le dijera el peso que había tenido el valor de la mirada en la decisión, pues creía que condenar a alguien por la mirada, no era muy ortodoxo.
Ojo con las miradas, porque como vuestro abogado no sea de los diligentes, os puede costar la prisión en el mundo fundamentalista de género. ¡¡Doce años pedían contra este pobre hombre, por cuestiones oculares!!.
De ahora en adelante, o mirando al cielo, o con unas gafas negras con las que no se ve si vas o vienes.
Aunque lo pueda parecer no es un chiste. Pasó en Granada.
Él, de Granada, estaba casado, como muchos de nosotros, y se divorció. Ahora, la madre de sus hijos, decidió ponerle una denuncia por maltrato psicológico sufrido durante toda su vida, tal como defiende el guión fundamentalista de género, siendo la única prueba de cargo un informe de un psicólogo, o quizás psico-loco.
En el juicio, su abogado, granadino también, previamente instruido en cuestiones de credibilidad del testimonio, le pregunta al psicólogo: ¿qué prueba científica había pasado para concluir que el padre maltrató a la madre?. Este muy riguroso él, le habló de entrevistas y demás, a lo que insistió el abogado (regla 1 - Insistir hasta el extenuación) sobre el carácter científico de las pruebas, hasta que concluyó que en realidad ninguna.
A continuación le preguntó, ¿cómo sabe que la madre no miente?. El valiente psicólogo se atrevió a decir que él con la mirada de la madre, sabía que no podía mentir. Entonces el bien entrenado abogado, le preguntó: ¿dónde ha aprendido usted esa técnica?, ¿en la facultad?, a lo que respondió que no. Le preguntó entonces, ¿en algún master?, y dijo que tampoco, y al final confesó que era una habilidad especial que él tenía. (Regla 2 - Sacar la confesión de la falta de carácter científico de sus pruebas).
El abogado, mientras el juez se divertía de lo lindo con el interrogatorio, continuó preguntando. Oiga usted, si yo le digo que mi coche es negro, ¿usted sabría si lo es o no por mis ojos?, a lo que el psicólogo, cabizbajo, respondió que no, dejando en evidencia la falta de validez y la poca solidez de sus poderes ocultos.
Finalmente el abogado pidió al juez, que si iba a condenar a su defendido, que le dijera el peso que había tenido el valor de la mirada en la decisión, pues creía que condenar a alguien por la mirada, no era muy ortodoxo.
Ojo con las miradas, porque como vuestro abogado no sea de los diligentes, os puede costar la prisión en el mundo fundamentalista de género. ¡¡Doce años pedían contra este pobre hombre, por cuestiones oculares!!.
De ahora en adelante, o mirando al cielo, o con unas gafas negras con las que no se ve si vas o vienes.
Aunque lo pueda parecer no es un chiste. Pasó en Granada.
