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Ley sin sexo

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Ley sin sexo
01/03/2010 23:33
http://www.larazon.es/hemeroteca/8569-una-ley-sin-sexo

Al dictar sentencia contra la española María José Carrascosa, el juez Donald Venezia le dio una explicación que cualquiera habría aplaudido si la hubiese escuchado en un cine: «Se trata de un caso de odio y venganza que ha creado usted, que ha considerado a su hija una mera propiedad, una pieza en el tablero de ajedrez. Entérese: el juego se ha acabado». Por si a la convicta le pareciesen excesivos los 14 años de la condena, el juez amplió su explicación: «Es lo que merece por arrancar a su hija de sus propios brazos y de los brazos de su ex marido (…) Usted debería pensar que estas Navidades su hija no tendrá ni una madre ni un padre a los que abrazar, ni abrirá los regalos con ninguno de ustedes». María José Carrascosa fue hallada culpable de nueve delitos, uno de ellos por haber secuestrado y trasladado a Valencia a su propia hija, ciudadana estadounidense, faltando al convenio de custodia suscrito formalmente con quien había sido su marido. El caso estaba cantado y sólo en España la señora Carrascosa habría tenido alguna esperanza de que su condición femenina prevaleciese sobre la circunstancia criminal. Personalmente creo que el juez norteamericano se ha limitada a ejercer sus funciones sin dejarse intimidar por la dichosa discriminación positiva, de modo que a instancias del jurado popular que la declaró culpable, ha dictado su sentencia pensando que lo que la señora Carrascosa tenía entre ceja y ceja era sin duda más importante que lo que pudiese tener entre las piernas. Vistas las circunstancias concurrentes era obvio que la condena era la única alternativa posible en un país, Estados Unidos, en el que ser mujer sólo da derecho al razonable privilegio de disponer de retrete individual en los portaaviones de la Armada. Dando por sentado que comparto el ejemplarizante tono navideño de su alocución, a mí únicamente se me ocurriría recomendarle al juez Venezia un complementario detalle que le hiciese más llevadero a la lacrimal señora Carrascosa el dramatismo de la escena, aunque sólo fuese para que estimase la posibilidad de que en un benevolente gesto de condescendencia se permitiese la humana y caballerosa debilidad de ofrecerle como consuelo su pañuelo de las narices. Catorce años de cárcel es mucho tiempo incluso para un reloj parado, pero María José Carrascosa tiene en su mano beneficiarse de una remisión de la pena si devuelve a la niña. En cualquier caso, a estas alturas seguramente ya sabe que en Estados Unidos un hombre y una mujer sólo son maneras distintas de cruzar las piernas.