Hace unas cuantas semanas, por la noche, un amigo y yo pasamos junto a uno de los puestos de libros que los Vips sacan a la calle durante la Feria del Libro. Cogimos un libro y nos fuimos, pero nos vieron dos policías de paisano y nos pararon. Al final, pagamos el libro. Los policías nos pidieron la documentación, contactaron con la comisaría y dieron nuestros datos, todo con la máxima cordialidad. Luego estuvimos un rato los cuatro hablando de fútbol y ahí se terminó todo.
Pero, al cabo de una semana, me crucé yo con uno de los policías. Hice como que no lo veía, pero él vino detrás y me preguntó si no me acordaba, que qué tal estaba. Se veía que tenía ganas de pegar la hebra, pero yo tenía prisa y así se lo dije.
Unos días después, iba yo por la calle con un amigo de mi padre y volvió a aparecer de frente el policía, junto a otro policía de paisano. Fingí de nuevo que no los veía, pero ellos, tras pasar a nuestro lado, se pararon a unos metros y empezaron a hablar. De casualidad, llegaron dos policías de uniforme y se unieron a ellos. Así que, mientras nosotros esperábamos a cruzar la calle, allí estaban los cuatro policías hablando en direccción a mí. Por un momento temí que fueran a venir y decirme algo. Doblamos una esquina y ya no sé qué hicieron, pero yo estaba vergonzadísimo.
Una semana después, yo iba por una acera y el policía por la otra. Cuando me vio, se paró a mirarme, mientras yo seguía mi camino. Se quedó mirándome cruzado de brazos hasta que lo perdí de vista.
Por último, el otro día iba al gimnasio y nos encontramos de nuevo. Me preguntó que adónde iba y se lo dije. Le tuve que mostrar lo que llevaba dentro de la bolsa (tampoco me importó hacerlo). Él me dijo que por no llevar el dni en ese momento podía retenerme o no sé qué, que si quería podía hacerme citar en comisaría cualquier mañana aunque solo fuera para irme nada más llegar; hizo unos cuantos comentarios más de ese tipo, aunque nunca en tono amenazante, sino como si fuéramos colegas y me estuviera descubriendo algo muy importante. Me dijo que por qué no tomábamos un café y le respondí que tenía que irme. Antes de despedirnos, volvió a decirme que un día teníamos que hablar, tomar algo, etc.
Y hasta ahora.
Los encuentros han sido casuales, evidentemente. Pero yo vivo a unos 100 metros de la comisaría en que trabaja él. Hoy mismo me he sorprendido angustiado pensando en otro posible encuentro, y llevo varios días, cuando salgo de casa, siguiendo un trayecto diferente al mío habitual, solo para que no quepa la posibilidad de encontrarnos otra vez.
Él siempre se ha dirigido a mí en un tono amabilísimo (si bien con algo de paternalismo y suficiencia), pero el caso es que ha logrado que me sienta fatal, y a estas alturas ya debería haberse dado cuenta de que no me apetece hablar con él.
No tengo antecedentes de ningún tipo, ni he estado nunca en una comisaría o un calabozo.
¿Qué me sugerís que haga?, si por ejemplo se empeña en que tomemos el café, amenazándome con la alternativa de la comisaría. ¿Cuál es la forma más fácil de quitármelo de encima, sin estridencias y sin tener que recurrir yo tampoco a algo que pueda molestarle?
En el peor de los casos, si el acoso -o como quiera llamarlo aquel al que esa palabra le suene fuerte- fuera ya descarado, ¿qué tendría que hacer?
No sé lo qué pretende, pero, si es hacerme sentir que estoy a su merced y tal, lo ha conseguido, pues realmente me siento muy mal.