Esto no tiene remedio. Y no lo tiene no solo por lo que supone de aberrante la ley de violencia doméstica poniendo en manos de algunas mujeres (y solo mujeres) una trerrorifica herrarmienta, más dañina que las armas, para doblegar y herir a su pareja sin que conlleve consecuencia alguna para ellas, si no por la insensibilidad mostrada por muchisimas mujeres ante el sufrimiento y dolor del hombre (aunque les babae la boca pidiendo igualdad).
Basta ver la redacción de este artículo de Rocío Mendoza que haciendo gala una vez más del corporativismo femenino relata el terrible sufrimiento de esta mujer que ha denunciado falsamente a su marido y ahora le atormentan los temores a sus consecuencias. Ni por un momento se le ocurre a la tal Rocío pensar que si la mujer está sufriendo, siendo ella la irresponsable culpable, es el hombre, inocente cordero llevado al matadero, quien sufre y sufrirá las más penosas consecuencias de ese engaño. Parece que también para esta señora, el hombre es insensible al sufrimiento y por lo tanto no merece ni la más minima atención.
Creo que va siendo hora de que los hombres nos unamos y empecemos a mostrar nuestro derecho al reconocimieto y el rechazo más absoluto a periodistas, políticos y cuantas personas sean insensibles a nuestras causas.
La igualdad de sexos que los hombres hemos apoyado debiera conllevar tambien el retrasado cambio de mentalidad femenina para comprender que así ya no se nos puede exigir hombría. La caballerosidad está intrínsecamente relacionada con las damas, y si estas desaparecen también lo hacen los caballeros.
Aberración judicial- efectos de la aberrante ley de violencia de genero
LOCAL
GRANADA
«Denuncié a mi marido por celos, nadie cree que mentí y puede ir a la cárcel»
Lucía Murcia llevó a juicio a su pareja al decir que intentó tirarla por la ventana; ahora espera junto él la sentencia, «desesperada porque todo fue un error»
ROCÍO MENDOZA/GRANADA
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Lucía se ahoga –literalmente– al intentar explicar lo que ha vivido en los dos últimos años. Cierra los ojos y se toca las sienes para concentrarse en una idea que repite hasta la saciedad. Y le tiemblan las manos cuando muestra los papeles con los que intenta apoyar su verdad. «Cuando me ven así dicen que son los síntomas claros de una mujer maltratada que tiene miedo. Pero no es mi caso. Yo sólo soy nerviosa», repite con desesperación.
El miedo que tiene esta mujer, Lucía Murcia Ruiz, –según quiere hacer público– es que su marido vaya a prisión por una acusación falsa de malos tratos que lo llevó a los tribunales en el año 2004. Su declaración y la de su hija de 8 años pusieron en marcha una maquinaria judicial que, por mucho que insista, no ha podido parar.
El pasado lunes, su marido se sentó en el banquillo de los acusados por los delitos de tentativa de homicidio, violencia doméstica habitual y maltrato físico y psicológico por los que se enfrenta a trece años de prisión, solicitado por el fiscal.
Consecuencias graves
Y es que, por mucho que repita que «se lo inventó en un ataque de celos, para darle un susto, sin saber las consecuencias», los tribunales granadinos consideran que existen indicios suficientes para seguir adelante con el procedimiento contra su pareja.
El inicio de la historia que atormenta a Lucía, hasta el punto de afirmar «preferir ir ella a prisión por denuncia falsa que llevar allí a un inocente», data del mes de noviembre del año 2004. Entonces, llamó a la policía para denunciar que su marido había intentado arrojarla por la ventana. Más tarde, en su declaración ante el juez dijo que, desde que se casó hace 12 años, la había maltratado. Y su hija, que entonces tenía ocho años, corroboró tales hechos al decir que presenció a su padre poner a su madre en el alféizar de la ventana. Estos hechos dieron lugar a una causa que llevó durante tres meses a prisión a su esposo y a una orden de alejamiento. Y finalmente a un juicio en la Audiencia.
Durante este tiempo, Lucía dice haber dicho en varias ocasiones que todo era mentira. «Aquella noche llegó tarde a casa. Había estado fuera con el móvil apagado y no lo soporto. Además, cuando llegó me ignoró y me puse peor. Me dio un ataque de celos, de ira de rabia. Y lo denuncié por darle un susto», relata.
Desde entonces, solicitó que le retiraran la orden de alejamiento y tras muchos meses, logró volver a vivir con su marido. «Mi error fue irme con mi hija tres meses al pueblo de mis padres. Y creer que me quitarían a mis hijas, como me asesoraron, porque pensarían que estaba loca», argumenta. Por eso calló durante algún tiempo. Es más, estaba segura –ella y sus abogados– de que al repetir en el juicio que mintió todo cambiaría. «Pero no fue así. El fiscal se mantuvo en sus trece», dice. «Sus razones tendrá, pero yo ya no sé cómo salir de esto y mi marido sufre una profunda depresión».
Sufrimiento
Ahora, mienta o no de nuevo, y después de llevar más de un año viviendo con su marido asegura que está sufriendo toda la familia. «Temo por mis hijas. Mi niña dijo aquello porque yo se lo dije», insiste. «La ley está muy bien. Que nos proteja. Pero si mi marido me hubiese pegado no querría verlo en la cárcel, sino bajo tierra. Pero no fue así». Lucía es consciente de que nadie la va a creer y sabe que lo que hace «le hace daño a todas esas mujeres que sufren malos tratos y callan por miedo». Pero dice estar en una situación desesperada y exponerse en público es el último clavo al que aferrarse.
rociomendoza@ideal.es