por admin | Abr 26, 2022 | Artículos | 0 Comentarios
Rafael Cruz Casado | LinkedIn | Facebook
Marco Marchesan funda en los años cuarenta del siglo XX la Psicología de la Escritura, sistema de análisis proyectivo que trabaja con el método científico y que permite la interpretación de la dinámica gráfica elaborada tras desarrollar las Leyes de interpretación de la escritura (llamadas Mímicas).
Consideró cuánto de válido había sido hecho en el campo de la grafología tanto en Italia como en otros países, y propuso un método personal con el que explica la causalidad del fenómeno escritural: Fondamenti e Leggi della Psicologia della Scrittura[1], donde perfila una teoría axiomática que trae sus bases epistemológicas de las leyes de la biomecánica fisiológica, explicando teóricamente en qué modo la psique proyecta en la escritura tendencias y actitudes sobre una importante investigación estadística.
[1] Marchesan Marco: “Fondamenti e leggi della psicologia della scrittura”, 1995, pp. 230. Ed. Istituto Indagini Psicologiche, Milano.
Parte de la premisa que la escritura, una vez aprendida por el niño, es trazada de forma automática y espontánea, impregnándose de contenidos inconscientes. Por esta razón, las leyes de interpretación no son postuladas desde el ámbito consciente y racional si no desde el inconsciente. En la escritura se imprimen las pulsiones que provienen de la zona subcortical del sistema neurovegetativo y, por tanto, también del inconsciente.
Marchesan dice que el signo gráfico no es una creación psicológica sino una descarga motora del inconsciente, del sistema neurovegetativo. Y como el inconsciente se expresa a través de símbolos, el análisis de cada aspecto de la escritura nos dará una valiosísima información.
Para demostrar su teoría de la causalidad escritural elabora una serie de leyes, denominadas “Leyes de la Psicología de la Escritura” (41), basadas en la experiencia y la estadística, organizadas en un cuerpo de normas objetivas, constantes y coherentes, al margen de cualquier interpretación subjetiva, teorizante o hipotética y que tienen valor universal.
Según las leyes, las pulsiones del inconsciente se reproducen simbólicamente en la escritura.
Ello nos permite rastrear el signo gráfico a la pulsión del inconsciente, decir por qué y cómo las características psíquicas se expresan simbólicamente en la escritura, pues el signo gráfico tiene un fuerte poder alusivo, simbólico del Yo en sus tres vertientes: consciente, subconsciente e inconsciente.[2]
Los signos gráficos, en sus distintas formulaciones (occidental, cirílico, oriental), son símbolos e imágenes que forman parte de nuestro mundo socio-cultural, los conocemos de memoria y constantemente los utilizamos para interrelacionarnos. Estos signos gráficos han sido creados por el hombre y son, por tanto, representación de la psique humana, que convenientemente estudiados e investigados durante siglos nos han dado la pauta para analizar la personalidad de un ser humano de forma completa.
Las Leyes de interpretación del signo gráfico de la escritura, están concebidas y enfocadas bajo el doble sentido de la funcionalidad psíquica y el movimiento gráfico, como única expresión de los dos impulsos, el grafomotor y el psicosensomotor, e intentan explicar el modo por el cual el inconsciente proyecta las inclinaciones, los impulsos y las tendencias en la escritura.
[2] “Cómo funciona el cerebro”, Francisco Mora. Biología, Alianza Editorial, Madrid 2007: Las neurociencias actuales ya nos indican que el cerebro (nosotros mismos) no tiene acceso directo a cuanto acontece en el mundo externo a menos que esos eventos del mundo sean traducidos por los órganos de los sentidos. Nuestros órganos de los sentidos… son sensores que traducen los sucesos que ocurren “ahí afuera” en procesos que suceden “dentro”, en el cerebro. Es decir, diferentes tipos de energías del medio ambiente (como, por ejemplo, ondas electromagnéticas, en el caso de la visión,…) revelan “cosas del mundo”. Esas “cosas” convenientemente traducidas por los receptores sensoriales a un lenguaje simbólico, que sólo entiende el cerebro, permite que éste elabore y construya en un proceso, tan maravilloso como todavía enigmático, “ese mundo” cotidiano que nosotros creemos y aceptamos como real. (….) Todo ello nos lleva a entender que el lenguaje que utiliza el cerebro para manejarse es diferente de los lenguajes que se utilizan en el mundo fuera de él.
La escritura es la proyección simbólica y neurofisiológica del cerebro, y más concretamente del:
Es un producto del consciente, es decir, un acto volitivo en cuanto que utiliza un modelo convencional para dejar el trazo de un pensamiento. Cuando el gesto consciente se automatiza, (no da más importancia a los aspectos formales de la escritura) el modelo aprendido es relegado en la memoria remota o subconsciente, de la cual nos abastecemos, cuando sentimos necesidad. Con tal relegación, la escritura personal se sitúa en la zona subcortical que es la del canal neurovegetativo y se hace un producto del inconsciente, éste transmite las pulsiones que llevan a la deformación de la escritura respecto al modelo caligráfico aprendido en la escuela, proyectando la realidad psicofísica del individuo.
El punto de partida de la escritura es el cerebro donde surgen las palabras que expresan el concepto y provocan los impulsos psicomotrices que son dirigidos al otro escribiente, llegan al folio y se transforman en grafismos. La escritura está al servicio del pensamiento, y como el pensamiento es veloz, quien escribe no puede simultáneamente prestar su atención al concepto y al trazado de la escritura. Para esto la mente concentra la atención en el concepto de expresar y confía el trazado de las letras a la automaticidad.
Cuando aprendemos a escribir, esforzándonos en seguir el modelo caligráfico, ponemos en funcionamiento zonas de la corteza cerebral muy extensas; pero cuando el movimiento se vuelve automático, el área de la corteza interesada se reduce. Finalmente, cuando el gesto es totalmente automatizado, el área de la corteza se localiza hacia el tercer giro frontal izquierdo. En esta última fase la mente se limita a formar la idea de la letra a trazar y no se ocupa del movimiento, esto ya no es operado por la zona cortical sino desde la subcortical, convirtiéndose en un movimiento reflejo habitual.
Desde el momento en que la escritura se convierte en un movimiento reflejo habitual, aumentan las diferencias entre la escritura y el modelo caligráfico. Por ello, la escritura nos permite conocer el carácter de las personas y no solo el estado anímico contingente, es decir, que este test refleja no solo las características del sentimiento en acto sino las propiedades del sentimiento también en estado de quietud.
Para Marchesan, en la escritura, la energía consciente es absorbida por el pensamiento, emociones y estado físico-psíquico que se expresa en el movimiento grafomotor automático, el cual refleja el estado físico-psíquico y la personalidad integra del sujeto. Por ello, en función de nuestras experiencias vividas, de nuestra inteligencia y de nuestra forma de actuar, tendremos una forma personal del símbolo, nuestro monoestilo gráfico personal.
Por medio del automatismo psiconervioso de la escritura, el inconsciente imprime en ella todas las características del yo de un modo mímico-simbólico. En el signo gráfico se da una representación simbólica y automatizada de mis pulsiones inconscientes.
En resumen, cuando escribimos un renglón o trazamos una letra, palabra, etc., distribuimos de forma personal la energía que teníamos en el impulso grafomotriz. El impulso psicomotor toma el movimiento del cerebro que está impregnado de todas las características dinámicas del yo y lo transforma en el gesto o impulso grafomotriz citado anteriormente.
En un próximo artículo complementaremos los fundamentos científicos de la Psicología de la Escritura o Grafopsicología.