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Sentencia 11 - M
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Cuando leo los testamentos espirituales de estos terroristas, que se reventaron en mil pedazos, por algo que llaman la guerra yihadista, no dejo de sentir pena. Hay que ver cómo durante toda la historia del ser humano las ideas, tanto políticas como religiosas, se han ido manipulando y han sido llevadas hasta el radicalismo más afilado, para que los cuatro de turno se sienten cómodamente en enormes sillones de poder. En Europa tenemos episodios en nuestro pasado bastante parecidos. Los atentados del 11 – M nos deberían haber hecho pensar a más de uno sobre el peligro que subyace bajo cualquier ideología radical y extremista.
Las ideas no se pueden prohibir. Realmente todos somos libres de pensar lo que nos venga en gana. Pero internacionalmente, dado que ahora se llevan mucho lo de las coaliciones, se debería estudiar la posibilidad de controlar de alguna forma a aquéllos dirigentes aprovechados, que echando mano de gobiernos políticos o religiosos de corte claramente radical, abusan de su población y les lavan el cerebro, les incitan a quitar y a quitarse la vida, y convencen a sus súbditos de los mayores disparates, para conseguir más control y más poder, pues detrás de la mente de semejantes charlatanes, no se esconde otra cosa que una personalidad psicopática, que entiende que el fin justifica los medios.
Creo que el 11 – M nos está lanzando un mensaje a la población mucho más profundo que ponerse a discutir si había un disco de la Orquesta Mondragón en la furgoneta en la que se desplazaron los terroristas para atentar (algunos le dan importancia a esto último, aunque parezca un chiste de mal gusto), si alguien intencionadamente puso ese vehículo para inculpar a Al Qaeda o si la ETA participó por debajo de la cuerda en la masacre. La explicación es mucho más sencilla que todas esas conjeturas, sin ningún tipo de base probatoria, que lo único que hacen es aburrir hasta la extenuación a los ciudadanos y desviar la atención de las víctimas, de las familias y de los problemas políticos, sociales y religiosos que padecen otros países, que nos afectan, por lo que también se han convertido en nuestros problemas y que demandan soluciones, so pena de hacerse cada vez más grandes.
Las ideas no se pueden prohibir. Realmente todos somos libres de pensar lo que nos venga en gana. Pero internacionalmente, dado que ahora se llevan mucho lo de las coaliciones, se debería estudiar la posibilidad de controlar de alguna forma a aquéllos dirigentes aprovechados, que echando mano de gobiernos políticos o religiosos de corte claramente radical, abusan de su población y les lavan el cerebro, les incitan a quitar y a quitarse la vida, y convencen a sus súbditos de los mayores disparates, para conseguir más control y más poder, pues detrás de la mente de semejantes charlatanes, no se esconde otra cosa que una personalidad psicopática, que entiende que el fin justifica los medios.
Creo que el 11 – M nos está lanzando un mensaje a la población mucho más profundo que ponerse a discutir si había un disco de la Orquesta Mondragón en la furgoneta en la que se desplazaron los terroristas para atentar (algunos le dan importancia a esto último, aunque parezca un chiste de mal gusto), si alguien intencionadamente puso ese vehículo para inculpar a Al Qaeda o si la ETA participó por debajo de la cuerda en la masacre. La explicación es mucho más sencilla que todas esas conjeturas, sin ningún tipo de base probatoria, que lo único que hacen es aburrir hasta la extenuación a los ciudadanos y desviar la atención de las víctimas, de las familias y de los problemas políticos, sociales y religiosos que padecen otros países, que nos afectan, por lo que también se han convertido en nuestros problemas y que demandan soluciones, so pena de hacerse cada vez más grandes.
Sentencia 11 - m
Hola foreros. Dado que ahora ya tenemos sentencia, por fin, por los atentados terroristas del 11 M, me encantaría escuchar vuestras opiniones, tanto sobre la sentencia, como sobre cualquier otro punto de vista de interés relacionado. Os pego la mía y gracias por participar. Saludos.
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Tengo que serles franca. He seguido este juicio con atención; pero me daba miedo dedicarle una columna. En primer lugar, porque siento un profundo respeto por las víctimas que perdieron la vida en esos trenes. La sola idea de las circunstancias que rodearon la muerte de estas casi 200 personas me frenaba cualquier opinión. Es muy difícil definir el amor; pero también lo es definir el horror. Lamento profundamente la pérdida de estas familias. Supongo que un atentado de esa magnitud sesga más vidas de las que físicamente se cuentan.
Es una verdadera pena ver cómo puede haber personas que, sólo por detentar el poder, pueden pasar por encima del sufrimiento de la gente. Cuando veo todas las riñas políticas que hay en torno a este atentado siento vergüenza ajena. Los ciudadanos, si tuviéramos más agallas, deberíamos de manifestarnos y decirles a los poderes políticos que cierren la boca de una vez y que respeten el dolor de un pueblo.
Este atentado habría que llevarlo a las universidades, para enseñar al personal estudiantil lo que jamás se debe hacer, si alguna vez uno fuera político. Robarle protagonismo a la masacre, a las víctimas y a sus familias, que son los verdaderos focos de atención de esta problemática, para ver si se puede manipular lo suficiente a la opinión pública y colarse de rondón en las próximas elecciones generales, es patético.
Y no estoy señalando a ninguna agrupación política en cuestión. Si no se le diera tanta importancia a ciertas actitudes políticas, que a mi juicio son poco éticas, por parte de los otros partidos, seguramente el panorama no sería tan triste. El problema es que la lucha por el poder a toda costa debe ser la idea imperante, y a una réplica le sigue su contrarréplica, y así hasta el infinito. Mientras tanto, de las víctimas y de sus familiares ni un solo comentario.
Lo cierto y verdad es que con tanta verborrea, tal vez, me pregunto, si se nos ha escapado o pasado por alto hablar del problema real que late en ese atentado terrorista. Francamente, con tanto afán de arrogarse la atención ciudadana unos y otros, nos hemos quedado en las ramas del asunto. Después de una masacre tal, a mí, personalmente, como ciudadano, me importa un comino quién perdió o quién ganó las elecciones.
Creo que no hay nadie tan estúpido que se pueda creer que unas elecciones se ganan o se pierden según quién fuera la organización terrorista que atentó, si la ETA o Al Qaeda. El poder se alcanza y se pierde por méritos y por confianza ciudadana. Como ciudadano, cuando escucho ciertas opiniones de los políticos, me siento insultada en mi inteligencia. Las víctimas del horror estaban en los trenes, no en cómodos coches blindados y escoltados. Basta ya de tanto protagonismo inmerecido.
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Tengo que serles franca. He seguido este juicio con atención; pero me daba miedo dedicarle una columna. En primer lugar, porque siento un profundo respeto por las víctimas que perdieron la vida en esos trenes. La sola idea de las circunstancias que rodearon la muerte de estas casi 200 personas me frenaba cualquier opinión. Es muy difícil definir el amor; pero también lo es definir el horror. Lamento profundamente la pérdida de estas familias. Supongo que un atentado de esa magnitud sesga más vidas de las que físicamente se cuentan.
Es una verdadera pena ver cómo puede haber personas que, sólo por detentar el poder, pueden pasar por encima del sufrimiento de la gente. Cuando veo todas las riñas políticas que hay en torno a este atentado siento vergüenza ajena. Los ciudadanos, si tuviéramos más agallas, deberíamos de manifestarnos y decirles a los poderes políticos que cierren la boca de una vez y que respeten el dolor de un pueblo.
Este atentado habría que llevarlo a las universidades, para enseñar al personal estudiantil lo que jamás se debe hacer, si alguna vez uno fuera político. Robarle protagonismo a la masacre, a las víctimas y a sus familias, que son los verdaderos focos de atención de esta problemática, para ver si se puede manipular lo suficiente a la opinión pública y colarse de rondón en las próximas elecciones generales, es patético.
Y no estoy señalando a ninguna agrupación política en cuestión. Si no se le diera tanta importancia a ciertas actitudes políticas, que a mi juicio son poco éticas, por parte de los otros partidos, seguramente el panorama no sería tan triste. El problema es que la lucha por el poder a toda costa debe ser la idea imperante, y a una réplica le sigue su contrarréplica, y así hasta el infinito. Mientras tanto, de las víctimas y de sus familiares ni un solo comentario.
Lo cierto y verdad es que con tanta verborrea, tal vez, me pregunto, si se nos ha escapado o pasado por alto hablar del problema real que late en ese atentado terrorista. Francamente, con tanto afán de arrogarse la atención ciudadana unos y otros, nos hemos quedado en las ramas del asunto. Después de una masacre tal, a mí, personalmente, como ciudadano, me importa un comino quién perdió o quién ganó las elecciones.
Creo que no hay nadie tan estúpido que se pueda creer que unas elecciones se ganan o se pierden según quién fuera la organización terrorista que atentó, si la ETA o Al Qaeda. El poder se alcanza y se pierde por méritos y por confianza ciudadana. Como ciudadano, cuando escucho ciertas opiniones de los políticos, me siento insultada en mi inteligencia. Las víctimas del horror estaban en los trenes, no en cómodos coches blindados y escoltados. Basta ya de tanto protagonismo inmerecido.
