... La violencia que se genera como elemento de control y dominio va aumentando, va creciendo y puede llegar al homicidio; de hecho es la causa que más frecuentemente llega al homicidio cuando estamos hablando de asesinatos de mujeres.
Desde la perspectiva del agresor tenemos que ver esa situación como un instrumento que es utilizado para conseguir sus objetivos. Por eso el componente instrumental de la violencia es fundamental, porque precisamente es lo que se niega sistemáticamente.
Romper con este componente instrumental es quebrar lo que es la realidad de la violencia contra las mujeres. Sin esa realidad no podemos hacer nada, porque estaremos hablando de casos aislados que terminan precisamente con el fallecimiento, con la denuncia, con la actuación de la sociedad por medio del Juzgado, la policía, etc., cuando en realidad el significado es completamente distinto.
Por eso cuando hablamos de violencia contra la mujer tenemos que entender que ese elemento instrumental es fundamental ya que estamos dentro de lo que se denomina un “crimen por autojustificación” o “crimen moral”, como llaman algunos autores: el agresor actúa por coherencia, por convencimiento, como consecuencia de la idea que él tiene de esa relación, de esa estructura familiar, de esa estructura de pareja que él va imponiendo a base de intimidación, de coerción, de amenazas, etc.
Esa estructura es la que levanta el agresor y por lo tanto actúa con pleno convencimiento de que lo que está haciendo está haciéndolo por un bien superior al daño que produce. Es decir, el agresor en todo momento es consciente de que está produciendo un daño a la mujer y por eso se protege, por eso intenta que la mujer no denuncie, por eso le pide perdón en la fase de luna de miel, por eso la amenaza y le dice “como me denuncies te voy a quitar a los hijos, te vas a quedar en la calle, te vas a ver sola...”; eso lo va haciendo precisamente para mantener esa situación de violencia ya que él reconoce que está produciendo un daño. Lo que ocurre es que para él el beneficio que produce esa violencia es superior a ese daño.
Eso es algo muy común en la delincuencia; es decir, el terrorista que pone un coche bomba en una esquina sabe que va a matar a cualquier persona que pase (incluso si pasa un autobús de niños les va a matar), pero para él la liberación de la patria o el acabar con una cultura determinada tiene más valor que la vida de esas personas; hay una justificación moral: “yo lo hago, voy a hacer un daño pero el objetivo, el beneficio mayor de lo que pretendo conseguir... merece la pena ese daño”.
Cuando hablamos de una violencia continuada (no estamos hablando de una agresión puntual, sino de una estructura de violencia), el agresor lo hace con convencimiento de que el bien superior (la buena familia, la buena reputación, que su mujer sea una ama de casa adecuada, una buena madre-esposa-ama de casa, etc.) merece más la pena que el que él tenga que corregirla, porque además como él la corrige porque la mujer ha hecho algo que, para él, está mal, se ve todavía mucho más legitimado para llevar a cabo esa agresión.
Tras este estudio Miguel Lorente publico el trabajo titulado Síndrome de agresión a la mujer, que ganó el premio de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Granada. "Continué con el estudio y en 1998 publiqué en la editorial Comares el libro Agresión a la Mujer: Maltrato, violación y acoso. Este primer libro sobre el tema es un libro no exclusivamente, pero sí fundamentalmente técnico, dirigido a los
diferentes profesionales que tienen contacto con los casos (médicos, personal de enfermería, abogados, jueces, fiscales, psicólogos, trabajadores sociales,...) para que conozcan las características de estos casos y cómo actuar ante ellos. En cualquier caso, se mantiene una reflexión general que sitúa el origen de estas agresiones en ese contexto socio-cultural androcéntrico, y cómo son precisamente esas circunstancias las que matizan las manifestaciones de la violencia y las reacciones e interpretación que se hacen tras cada caso".
Sin embargo, este experto de la Universidad de Granada, al continuar trabajando en el tema y tener la posibilidad de participar en muchas reuniones y conferencias en España y en otros países como experto de la Organización Mundial de la Salud, observó que el problema no podría ser solucionado sólo desde posiciones técnicas o institucionales, "sino que también era necesario (quizá sea más importante) plantear el debate y la reflexión en el seno de la propia sociedad, puesto que son muchos los mitos que se levantan y las creencias que deforman la realidad de la agresión a la mujer".
Esta ha sido la idea que creó su tercera obra: Mi marido me pega lo normal, "para que la sociedad conozca esa realidad que se esconde tras los mitos y creencias que a modo de velos transparentes ocultan su esencia; ninguno de ellos sería capaz de hacerlo por sí solo, pero entre todos ellos forman una capa opaca que no deja ver los que queda debajo. Y es que los mecanismos que ese contexto socio-cultural desarrolla para que no se quiebre ni altere el orden social establecido son tan subliminales y sutiles que realmente resulta muy difícil reconocerlos y considerarlos, por eso siempre es más fácil pensar que se trata de casos aislados o que se limita a determinados ambientes en lugar de verlo como algo común al conjunto de la sociedad, como por ejemplo pensar que se debe a hombres con problemas con el alcohol o las drogas, a situaciones de marginalidad o de niveles socio-culturales bajos, a la falta de una adecuada educación..."
En este libro se explica cómo la agresión ha estado presente siempre a lo largo de la Historia, y como tanto en la forma de llevarse a cabo como en la estrategia seguida por el maltratador, se diferencia de cualquier otro tipo de violencia interpersonal "y busca el objetivo último, que no es producir un daño a la mujer, sino aleccionarla con cada agresión para conseguir su control y sumisión en la relación de pareja. De este modo el agresor obtiene una posición de privilegio y unos beneficios objetivos y prácticos; este componente funcional de la violencia de género es fundamental para entenderla, de hecho el argumento que más repiten los maltratadores cuando se les pregunta sobre su conducta es: "a mí me va bien"".
Los diferentes capítulos del libro ofrecen esta orientación y esta intención de desmontar toda la serie de creencias y mitos que esconden la realidad. Al final hay dos capítulos, uno sobre las medidas a adoptar y una crítica a las que ya existen, para que no todo quede en declaración de intenciones; y otro final donde se reflexiona sobre la igualdad en un escenario futuro, pero caminando desde el presente. En este último capítulo se hace una serie de reflexiones sobre el feminismo y la teoría feminista, "de todo lo bueno que contiene y de cómo se ha denostado y presentado como un peligro, paradójicamente, contra la propia mujer. Al final prevalece un mensaje de esperanza, pero siempre como algo que hay que conseguir, no como algo que llegará por sí solo". La última parte es un anexo donde se presentan distintas gráficas con los datos estadísticos sobre la agresión a la mujer y donde el autor analiza el significado que guardan esos datos.
El maltratador intenta aleccionar a la mujer con cada agresión para conseguir su control y sumisión en la relación de pareja
Un profesor de Medicina Forense de la Universidad de Granada analiza en su libro, "Mi marido me pega lo normal", el maltrato doméstico desde un contexto socio-cultural
C@MPUS DIGITAL El profesor de Medicina Forense de la Universidad de Granada, Miguel Lorente Acosta ha publicado recientemente el libro Mi marido me pega lo normal. Un volumen que nace la experiencia médica con mujeres maltratadas. Según el propio autor "tomé contacto con la realidad de la agresión a la mujer cuando empecé a trabajar como médico forense, allá por 1988. Entonces comencé a ver mujeres que acudían al juzgado tras haber puesto una denuncia porque sus maridos o compañeros les habían dado una paliza. En todas ellas había una serie de características comunes: se trataba siempre de "palizas" no de unos cuantos golpes aislados, no era la primera vez sino que llevaban años bajo ese patrón de conducta, la violencia cada vez iba a más,... y lo que más me llamó la atención era su actitud. Todas acudían como avergonzadas, pensando que parte de la culpa la tenían ellas mismas, todas justificaban al marido y decían que era muy buena persona excepto cuando se enfadaba, todas estaban hundidas psicológicamente, casi todas retiraban la denuncia al cabo de unos días y todas pensaban que sus maridos les pegaban lo normal, pero que ese día se habían pasado.
Esa situación de normalidad en una conducta tan anormal como lo es la violencia, pero todavía más en una relación de pareja fundamentada en el amor y en las relaciones afectivas, y toda la serie de justificaciones hacia al agresor y de corresponsabilizar a la víctima, no ya sólo por ella misma, sino por la sociedad en general, me hizo pensar que había algo que no cuadraba en todo este tema y decidí ponerme a trabajar e investigar sobre él".
Miguel Lorente comenzó, entonces, a estudiar de forma más detallada las agresiones a la mujer. De este modo, "me di cuenta de que en los textos de Medicina Legal la agresión a la mujer se consideraba como parte de la violencia interpersonal, sólo que circunscrita a un ambiente específico, como lo era la relación de pareja, por eso se la denominaba (y se sigue haciendo) como violencia familiar o violencia doméstica, cuando el ambiente familiar o doméstico sólo es el escenario más común donde se desarrolla este tipo de violencia, pero también se produce antes, durante la relación de noviazgo, y no cesa tras la finalización del ambiente familiar o doméstico, puesto que continúa, y a veces con mayor intensidad, por parte de los ex-maridos o ex-compañeros. Bajo este planteamiento general consideré que se trataba de un síndrome, no de una serie de casos aislados que se repiten con más o menos frecuencia, y lo definí como SÍNDROME DE AGRESIÓN A LA MUJER, el cual tiene tres manifestaciones: el maltrato en el seno de la relación de pareja (también sería un síndrome, el Síndrome de Maltrato a la Mujer), las agresiones sexuales en las relaciones de la vida en sociedad, y el acoso sexual en el medio laboral. Es decir, en los tras ámbitos fundamentales en los que se desarrolla una persona (pareja-familia, sociedad y trabajo) la mujer puede ser víctima de agresiones por parte del hombre por toda la serie de condicionantes socio-culturales androcéntricos que la sitúan en una posición de inferioridad, y que otorgan a este cierta autoridad para llevar a cabo dicho control por diversos medios, entre ellos la violencia".
En ocasiones la violencia del maltratador oculta el miedo o la inseguridad, que sintió de niño ante un padre abusivo que lo golpeaba con frecuencia, al llegar a ser un adulto prefiere adoptar la personalidad del padre abusador a sentirse débil y asustado. En otros casos, los comportamientos ofensivos son la consecuencia de una niñez demasiado permisiva durante la cual los padres complacieron al niño en todo. Esto lleva al niño a creerse superior al llegar a ser un adulto y a pensar que él está por encima de la ley. O sea, que puede hacer lo que quiera y abusar de quien quiera. Piensa que se merece un trato especial, mejor que el que se les da a los demás.
La violencia doméstica no siempre resulta fácil de definir o reconocer. En términos generales podríamos designarla como el uso deliberado de la fuerza para controlar o manipular a la pareja o al ambiente más cercano.
Se trata del abuso psicológico, sexual o físico habitual. Sucede entre personas relacionadas afectivamente, como son marido y mujer o adultos contra los menores que viven en un mismo hogar.
La violencia doméstica no es solamente el abuso físico, los golpes, o las heridas. Son aún más terribles la violencia psicológica y la sexual por el trauma que causan, que la violencia física, que todo el mundo puede ver. Hay violencia cuando se ataca la integridad emocional o espiritual de una persona.
La violencia psicológica se detecta con mayor dificultad. Quien ha sufrido violencia física tiene huellas visibles y puede lograr ayuda más fácilmente. Sin embargo, a la víctima que lleva cicatrices de tipo psicológicas le resulta más difícil comprobarlo. También lo dificulta, por ejemplo, la habilidad manipuladora de su esposo que presenta a su esposa como exagerada en sus quejas o simplemente como loca..
A la violencia física precede, a veces, años de violencia psicológica. La violencia psicológica es, despreciar a la mujer, insultarla de tal manera, que llega un momento en que esa mujer maltratada psicológicamente, ya cree que esos golpes se los merece. Y qué difícil es convencer a una mujer de que vaya a pedir auxilio cuando cree que no lo necesita.
Hay mujeres que se avergüenzan por lo que les sucede y que hasta se creen merecedoras de los abusos. Por eso prefieren mantenerlos en secreto y así esa situación puede prolongarse durante años. Los que maltratan a sus víctimas lo hacen de acuerdo a un patrón de abuso psicológico.
Igual que en el caso del alcohólico, el que golpea a una mujer o la maltrata psicológica o sexualmente, lo primero que hará es negarlo.
Negación es decir: "No, es que yo le pego con razón". No hay ninguna razón para golpear a una mujer, ni a nadie. Pero lo niegan. Dicen: "Yo no la he golpeado, yo no le hecho nada, sólo tocarla".
Otra forma de abuso psicológico es el aislamiento, en que le hacen el vacío a la mujer, ni le hablan, ni la miran y entonces ella se va creyendo que se merece ese trato.
La intimidación es también un abuso. "Si dices algo te mato." Muchas mujeres no se atreven a hablar, por las amenazas que sus maridos o sus compañeros lanzan contra ellas.
Tanto el adicto a cualquier droga como el abusador, siempre tienen excusas y le echan la culpa a alguien.
También dentro de ese hábito de abuso psicológico está el abuso económico. "Si dices algo no te voy a dar la mensualidad".
Dentro de ese abuso psicológico de los maridos que golpean (lo que se llama en psicología la triangulación), hay otro tipo de abuso: utilizar a los hijos para hacerles sentir culpables a las esposas. En este caso los hijos sirven de mensajeros: "dile a tu madre que..."
Las amenazas a través de los hijos, las amenazas de que le van a quitar al hijo, todos estos son abusos psicológicos que preceden al abuso físico.
Todos estos abusos impiden que la mujer deje el hogar, ese hogar violento. Es que esa violencia psicológica a que están sometidas muchas mujeres, es más horrorosa que el abuso físico. Pregúntele a cualquier mujer a la cual han maltratado físicamente qué es lo que le duele más; si las palabras hirientes, los desprecios o los golpes. Los golpes se pasan, los abusos psicológicos, los insultos, los desprecios se clavan en el corazón.
4. Personalidad del maltratador
Los agresores suelen venir de hogares violentos, suelen padecer trastornos psicológicos y muchos de ellos utilizan el alcohol y las drogas lo que produce que se potencie su agresividad. Tienen un perfil determinado de inmadurez, dependencia afectiva, inseguridad, emocionalmente inestables, impaciente e impulsivos.
Los agresores trasladan habitualmente la agresión que han acumulado en otros ámbitos hacia sus mujeres.
Maltratador, frecuentemente es una persona aislada, no tiene amigos cercanos, celoso (celotipia), baja autoestima que le ocasiona frustración y debido a eso se genera en actitudes de violencia.
Una investigación de los psicólogos norteamericanos, el Dr. John Gottman y Dr. Neil Jacobson. Señalan que los hombres maltratadores caen en dos categorías: pitbull y cobra, con sus propias características personales:
Pit bull:
Solamente es violento con las personas que ama
Celoso y tiene miedo al abandono
Priva a pareja de su independencia
Pronto ora, vigilar y atacar públicamente a su propia pareja
Su cuerpo reacciona violentamente durante una discusión
Tiene potencial para la rehabilitación
No ha sido acusado de ningún crimen
Posiblemente tuvo un padre abusivo.
Cobra:
Agresivo con todo el mundo
Propenso a amenazar con cuchillos o revólveres
Se calma internamente, según se vuelve agresivo
Difícil de tratar en terapia psicológica
Uno depende emocionalmente de otra persona, pero insiste que su pareja haga lo que él quiere.
Posiblemente haya sido acusado de algún crimen
Abusa de alcohol y drogas.
El pitbull espía a su mujer, es celópata, cae bien a todas las personas, excepto a sus novias o esposas. El cobra es un sociópata, frío, calculador, puede ser cálido. El maltrato no cesa por sí solo.
Después de que la mujer ha sido físicamente maltratada y tiene miedo, a veces cesa este tipo de abuso y lo reemplaza con un constante maltrato psicológico, a través del cual le deja saber a su víctima, que el abuso físico podría continuar en cualquier momento.
EL MALTRATADOR, ¿CÓMO ES?
Berbabé Tierno, conocido psicólogo, pedagogo y escritor contesta a la pregunta ¿Cómo es un maltratador?:
"Sabemos que las personas maltratadoras y violentas no sólo pueden haber sido niños maltratados, sino que han aprendido en el propio hogar esas conductas. No hay persona violenta que no aspire a ejercer un estricto control y poder casi absolutos sobre su pareja, igual que no hay maltratador físico o psíquico que admita que lo es. Todos se consideran personas completamente normales y dicen que es el otro (o la otra) quien les controla la vida. El dominio que ejerce el violento no se limita a lo que hace o deja de hacer su pareja, sino que necesita controlar hasta los pensamientos y sentimientos más íntimos, porque no ven a la otra como persona, sino como cosa, algo que le pertenece y de quien tiene que saberlo todo, fiscalizarlo todo y tenerlo bajo control.
Las personas violentas, que suelen tener una baja autoestima y sentirse fracasados, no saben pactar, escuchar ni llegar a acuerdos, y a menudo emplean el chantaje o la amenaza para lograr lo que pretenden.
La reacción del violento al verse abandonado, sobre todo en el caso del hombre, es tremenda. Cuando es la mujer la que pretende poner fin a una relación, lo vive como una catástrofe emocional y un fracaso personal. Primero, trata de retenerla por la fuerza. Si no lo consigue, recurre a la compasión y al chantaje, amagando con suicidarse o con llevársela por delante, una amenaza que puede hacerse real en cualquier momento. El aislamiento emocional es otra característica del maltratador, que lo único que expresa con facilidad es su cólera, pero no siempre a las claras, sino con una violencia disimulada, con miradas y gestos amenazadores que sólo recibe la víctima, abrumada, enmudecida y atemorizada.
En síntesis, todo maltratador es un ser violento con severos problemas de autoestima que compensa sometiendo y humillando a quien considera que es más débil que él."
Características de los hombres violentos:
1- Mantienen un sistema de creencias basado en los mitos culturales acerca de la masculinidad y de la inferioridad de la mujer.
2- Tienen dificultades para expresar sus sentimientos por considerarlo signo de debilidad, lo cual lleva a que los conflictos sean resueltos violentamente por no saber hacerlo de otra manera.
3- Se encuentran emocionalmente aislados, ya que no cuentan con quién hablar de sus problemas o de sus sentimientos.
4- Recurren frecuentemente al uso de racionalizaciones para explicar su conducta violenta, sosteniendo que es la mujer quien los provoca, que no pueden controlarse o que no saben lo que hacen
5- Perciben que su autoestima y su poder se encuentran permanentemente amenazados y, ante la sospecha de la pérdida de control, intentan retomarlo a través de la fuerza
6- Muestran una actitud externa autoritaria que oculta su debilidad interior.
7- Al no reconocer la responsabilidad por sus actos, difícilmente piden ayuda para resolver sus problemas.
8- Discrepancias entre el comportamiento en público y el comportamiento en privado: tienen una imagen de persona amistosa y correcta y esto lleva a que los familiares y vecinos consideren a la mujer exagerada e histérica. Esta imagen de hombre respetable se acentúa más si este tiene una profesión como abogado, médico, juez, ministro etc.
9- Minimizar y negar: consideran de poca importancia las agresiones a la mujer e incluso las niegan.
1O- Culpar a los demás: según ellos, es la mujer quien les provoca y quien merece ese trato.
11- Manipulación de los hijos e hijas apareciendo ante ellos como víctima de los caprichos de la mujer
El agresor
Ahora pasaremos a las características del agresor, que como podremos comprobar se solapan muy bien con las de su víctima, dándose la mezcla perfecta para que se dé el maltrato.
Muy dependiente
El agresor también va a ser una persona muy dependiente a nivel emocional, lo que le diferencia de su víctima va a ser el carácter agresivo para mostrar esa dependencia.
Confiado y altivo
Aparecerá altivo, seguro de sí mismo, confiado con la pareja, seguro del no abandono; en contraposición con su pareja necesitará la humillación y la sumisión del otro para estar contento ya que así no peligra su situación de poder. Con lo cuál ambas partes se compaginan muy bien.
Cada uno le da al otro lo que necesita para cubrir su necesidad de afecto, el problema es que se sobrepasan los límites y se llega al maltrato físico y psicológico.
Sentimientos contradictorios
A menudo tienen sentimientos diferentes hacia la pareja, la necesitan y la quieren pero sienten hostilidad hacia ella como forma de canalizar sus carencias de tiempos atrás (infancia, adolescencia).
Son afectos positivos y negativos que ayudan a odiar a la pareja pero a necesitarla siempre a su lado y con él.
Celosos
Suelen aparecer los celos patológicos sin fundamento, también acosan, humillan y controlan a la pareja en todo lo que hace como forma de camuflar su necesidad de dependencia y su baja autoestima.
Muchas carencias escondidas
Todo está camuflado debajo de una coraza de fortaleza, pero realmente es una personalidad patológica con muchas carencias y muy poca valoración sobre sí mismo, a menudo son incapaces de mostrar sentimientos hacia el resto de las personas y este embotamiento emocional les ayuda a actuar, unido muchas veces a alcoholismo o drogadicciones.
Por todos estos motivos, las rupturas con un maltratador son tan complicadas, pueden suplicar y mostrar sus debilidades o en el otro extremo vengarse de la pareja, aumenta su obsesión celosa y la necesidad de posesión, no aceptan la idea de que la otra persona rehaga su vida y deciden acabar con ella. Este es el motivo de tantas muertes al cabo del año.
Realmente el maltratador es una personalidad patológica sin conciencia del problema puesto que a menudo se vé reforzada por la actitud de su compañera, no queremos decir con esto que la mujer sea culpable de la actitud del marido, sin embargo sí son propensas a elegir este tipo de relaciones complicadas debido a sus debilidades y su curación debe ir encaminada a desmontar sus errores referentes a la relación de pareja, a reforzar su autoestima y a coger las riendas de sus vidas.
Los demás importan más que uno mismo
Debido a su necesidad de afecto y de valoración por parte de los demás, se dedican a dejar de lado sus necesidades y a cubrir las de su pareja, con el fin de no ser abandonadas y de ser queridas para siempre.
Es una dedicación absoluta que demuestra su dependencia emocional. Llamadas a todas horas, necesidad de estar juntos en cada momento, preocupación excesiva por todas sus cosas; todo esto es el caldo de cultivo que ayuda al maltratador a empezar a actuar.
Sabe cuales son los puntos débiles de su pareja y la atacará por ahí. Por eso son habituales las críticas, los resentimientos, las culpabilidades, etc. La víctima acaba por creerlo todo y se hunde en un pozo sin salida.
Miedo a la soledad
También aparece un miedo a la ruptura y a la soledad cuando todo acaba , de tal manera que esto les ayuda a mantener la relación.
Por otro lado, cuando termina se encuentran perdidas y por ello a veces vuelven a perdonar al agresor o a citarse con él de vez en cuando bajo la idea de que no volverán a engancharse. Cuando lo lógico sería no querer volver a verles nunca más.
Este tipo de incoherencias de pensamiento son muy habituales y forman parte del trastorno emocional en el que se hayan sumergidas.
La ansiedad y la depresión son síntomas típicos.
Se encuentran tristes y abatidas, por ello se muestran a menudo pasivas ante el problemas e indefensas.
Sus pensamientos erróneos las hacen dar muchas vueltas sobre las consecuencias de la ruptura , de estar solas, etc
Falso concepto de la pareja
Otro frente importante de problemas para la víctima está en su razonamiento sobre las relaciones interpersonales, lo que significan para ella y sobre todo a nivel de pareja. Ésta mujer va a tener muchos déficit o muchos pensamientos erróneos que también van a ayudar a que se mantenga pasiva ante el problema.
Suelen elegir a personas que aparentan seguridad en sí mismas, lo cuál se contrapone a su propia personalidad y por ello aprenden en un primer momento de la relación a idolatrarlas.
Se produce una ilusión ante la relación que es un engaño ya que nada es tan bueno. Su necesidad de protección las lleva a buscar a este tipo de personas, realmente, más tarde esto se vuelve en su contra.
Poco valoradas
También aparece en ellas un concepto de sí mismas muy pobre, no desarrollando sus potenciales en otras áreas, ya que se quedan aisladas en la casa; algunas bien situadas y con trabajos estables si consiguen valorarse a sí mismas por los logros en el trabajo, aunque las demás áreas se vean afectadas. Tengamos en cuenta que una víctima de maltrato poco a poco se encuentra más aislada de su entorno social y sus relaciones interpersonales disminuyen desde el principio, ya se encarga el maltratador de inculcar miedo para que no pueda comunicarse con nadie.
La víctima
Vamos a empezar por la víctima , que vamos a caracterizarla desde varios frentes.
En primer lugar, la autoestima y el valor que estas personas se dan a sí mismas es muy bajo, y nada tienen que ver con su nivel intelectual.
Ya sea una mujer de clase alta como una más humilde, el maltrato aparece de la misma manera y ocasiona en las mujeres efectos comunes.
Ausencia de cariño y afecto
A menudo son mujeres con un historial muy pobre de cariño y afecto. Procedentes de familias en las que se han valorado otras cosas, están acostumbradas a ser poco valoradas por el entorno o a que no se les preste atención, con que, cuando su pareja lo hace en los primeros momentos, les resulta algo normal o al menos conocido. Lo pueden incluso aceptar como parte habitual en sus relaciones y no se quejan hasta que es demasiado tarde.
Realmente, el hecho de tener alguien con quien compartir sus vidas, las convierte en muy dependientes de esta relación y es un factor que ayuda a la perpetuación del problema.
Hola, amigos de este foro. Como veo que mis post sobre el perfil psicológico de los psicópatas ha tenido tanto éxito, pero está ya un tanto pasado de rosca, y como veo que mis post generan tanto entusiasmo, que todos están de plena actualidad, voy a colgaros una información que os puede ser muy útil.
Yo os pregunto. ¿Cuando alguien escucha hablar del maltrato y de los maltratadores, sabemos realmente ante qué tipo de personas estamos?
Os voy a colgar información que os ayudará a detectar posibles malos tratos sufridos por vuestras parejas en relaciones anteriores, o si las estáis sufriendo, también os pueden ayudar.
!Cuidado con los maltratadores! Son peores que los psicópatas, al menos parecen causar más muertes.