Pues amigo, si yo fuera tu le reclamaba hasta el último céntimo al que me debiera algo, y se iban a reir de quien yo me sé, yo también tengo varios así...pa que luego digan que somos unos desalmados...
Os quiero advertir para que no os pase lo que a mí.
Después de algunos años de ejercicio, tengo que cerrar el despacho. Ha llegado un momento en que los gastos superan los ingresos. Y no es por falta de asuntos y de clientes. Es por mi exclusiva culpa. Siempre he confiado en los clientes, con los cuales, y desde que abrí, no tuve más problemas que algún retraso en el pago de mi minuta, problemas que se fueron resolviendo paulatinamente y de buena voluntad por dichos clientes que, con mi consentimiento y en un intento por facilitarles las cosas, aplazaban el pago de mis honorarios hasta que venían a mejor fortuna. Me inicié pensando en que lo mas importante en nuestro trabajo es el cliente, pero me equivoqué. Lo más importante en nuestro trabajo es asegurarnos, como mínimo, que cobraremos dicho trabajo.
Así, lo que antes era una excepción, poco a poco y con el cambio de los tiempos se fue convirtiendo en una norma No sé si es que se corrió la voz de que en mi despacho se permitían dichas demoras o, si preferís, esas indulgencias. O, por el contrario, es que han cambiado los tiempos y yo no he sabido adaptarme cambiando de filosofía personal.
Lo único que sé es que los números no me cuadran por falta de ingresos de trabajos ya realizados y cierro renunciando a cobrar los impagados porque estoy harto de que el procedimiento estrella en mi despacho venga siendo últimamente la jura de cuentas y el monitorio. No advertí a tiempo las claras advertencias de que algo no iba bien: Ni propias no de compañeros que me decían que estaba haciendo el tonto y que no se podía ser tan bueno.
Primero, tras muchos años con él, tuve que prescindir de un colaborador, que me llevaba el asunto administrativo del despacho. Después, recortar gastos en bases de datos y demás. Finalmente, tuve que abandonar el despacho físicamente por imposibilidad de pago del alquiler. Gracias a un amigo que tiene una gestoría pude seguir un tiempo porque me ofreció sin interés alguno una habitación en dicha gestoria.
Ya he llamado a los buenos clientes, los de toda la vida, y les he facilitado el despacho de un par de compañeros de mi absoluta confianza para que dichos buenos clientes no se vean de la noche a la mañana sin su abogado de toda la vida. Ni que decir tiene que dichos compañeros están advertidos y les acogerán, si los clientes lo tienen a bien, entre sus propios clientes.
Lo peor del caso, y es algo que me da especial tristeza, es que la mayoría de los impagados son de asuntos que gané por lo que, y aunque ello no fuese correcto, puedo descartar que dichos clientes no estuviesen satisfechos y hubiesen decidido no pagarme.
No guardo rencor a nadie y sé que la culpa es sólo mía por confiar en ciertas personas a las que atendí cuando tenían problemas y en las que confié. Si hubiese sido más cauto, no me vería en esta situación.
Tened cuidado, compañeros. No confiéis nunca en quien os diga que ya os pagará cuando cobre tal o cual mes, o tal o cual paga extraordinaria, o tal dinero que le debe un amigo y que se lo ha de dar en unos días. Tampoco confiéis en quien, amparándose en el lloro fácil, consigue llegaros al alma para que lo defendáis sin que, por lo menos, os de provisión de fondos. Y no hagáis como yo, que incluso pagué dinero de mi bolsillo por adelantado para iniciar los procedimientos pertinentes por lo expuesto y que nunca, desde luego, recuperaré.
Espero que, por lo menos, estas palabras os sirvan a vosotros para que no caigais en el mismo error.