Cine y violencia de género |
1948. Nueva Escocia. Una islita sólo accesible por mar. Gentes sencillas (pescadores, granjeros,...) pueblan la pequeña localidad en la que vive Belinda junto con su padre y la hermana de éste. Belinda es sordomuda casi desde que nació. Nadie la llama por su nombre, ni siquiera su propio padre. Todos la conocen como "la muda". No ha recibido educación alguna ("lo que no sabe no le hace daño", afirma su progenitor), por lo que su único cometido en este mundo, al parecer, es trabajar de sol a sol en la granja de la familia. Al pueblo ha llegado hace poco un nuevo médico, más joven que el anterior y con nuevos métodos e ideas, quizás demasiado nuevos para sus potenciales pacientes. La casualidad lleva al galeno hasta la granja de Belinda, a la que poco a poco enseña el lenguaje de los signos, a leer y escribir. Desde ese momento Belinda ve como su vida gira 180 grados. Su sensibilidad y los conocimientos recién adquiridos se aúnan para ofrecerle un mundo nuevo y maravilloso. Pero es entonces cuando, tras ser violada, se encuentra nuevamente perdida al convertirse en madre, y nada menos que soltera. Esa nueva circunstancia provocará que sea el fácil blanco de las habladurías de sus convecinos que, lejos de intentar ayudarla, se ceban en su desgracia tratando de arrebatarle su bebé y otorgarlo al culpable de la violación, el cual fallece a manos de Belinda cuando ésta trata de proteger a su hijo. Juzgada por el crimen, es absuelta por los mismos que la miraban por encima del hombro. El tiempo, el espacio y las circunstancias puede que hayan cambiado, pero hoy en día, en nuestro país, con minusvalía o sin ella, con o sin estudios, los hechos siguen ocurriendo. Belinda es una pequeña muestra del 7º Arte en la que vemos cómo una mujer pasa primero por la indiferencia más absoluta de sus convecinos, incluso de su propia familia, después por la humillación de ser violada, más tarde por el trance de ver cómo le quieren arrebatar a su hijo y, finalmente, por el proceso por el asesinato de su violador. Nada de todo esto es nuevo en el año 2.002. Jane Wyman da vida a Belinda, lo que le valió el Óscar de la Academia en 1.948. Cuando lo recogió dijo: "Acepto muy gustosa este Óscar por mantener la boca cerrada". "Mantener la boca cerrada", fueron sus palabras. Sin saberlo estaba expresando lo que durante muchos años harían las mujeres: callar ante los malos tratos. Afortunadamente este tipo de situaciones se denuncian más y se soportan cada vez menos en la actualidad. El autor de la banda sonora original es el prolífico Max Steiner, responsable de la música de unos doscientos filmes, como "Casablanca" o "Lo que el viento se llevó" y oscarizado en varias ocasiones. Una película no se concibe sin el envoltorio de la música. ¡Hasta el cine mudo tuvo necesidad de introducirla a través de los pianistas de las salas cinematográficas! En la vida real la BSO está formada por los ruidos de los coches, los saludos de las gentes al encontrarse en el ascensor, las lavadoras que centrifugan y los timbres de los microondas cuando llegan a su fin, sonidos que ahogan las bofetadas y los gritos de dolor, angustia e impotencia. En la cinta intervienen algunos grandes actores secundarios como Charles Bickford (en el papel del padre de Belinda) o Agnes Moorehead que encarna a la tía de la protagonista y que adquirió fama por su interpretación de la madre de Samantha en la recordada serie "Embrujada". En el auténtico día a día los secundarios no son otros que los hijos que presencian los malos tratos, las familias que en ocasiones tercian aconsejando el silencio (mal tercio es ese) o los vecinos que nada quieren saber de lo que ocurre puertas para adentro de un hogar que no es el suyo (¿!). En 1.948, año del estreno de "Belinda", llega a España otra película mítica: "Gilda". Su paso por las pantallas de nuestro país se salda con un fabuloso escándalo producido por la extensión de un rumor entre los espectadores: ¡Gilda se desnuda! Evidentemente no era cierto, pero aquellos guantes negros deslizándose por sus brazos al compás de "Put the blame on mame, boy" en una época como la que se vivía en aquel momento (recordemos que aún no existía la televisión y que todavía seguía cerrada la frontera franco-española), dejaron volar la imaginación de los españoles. Sin embargo, a nadie le pareció que estuviera fuera de lugar el zarandeo de Glenn Ford y la posterior bofetada a Rita Hayworth. No olvidemos que la realidad suele superar a la ficción. No voy a hablar de estadísticas. Cada mujer que es sometida a cualquier forma de maltrato no es un frío número, sino un ser humano colocado al límite del abismo y, en ocasiones, empujado a él. Las Naciones Unidas han proclamado el 25 de noviembre como Día Internacional contra la violencia de género. Sólo dos deseos: que únicamente seamos espectadores de este tipo de actos en el cine (y no en la realidad) como hechos históricos que nunca deben ser olvidados, y que los días en contra o favor de algo nunca vuelvan a ser necesarios.
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